Él nos regaló esta promesa

"Ellos salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas".

San Marcos 16; 20

Comenzamos a ver, que al orar con fe, los enfermos sanaban, no importando el nombre de su enfermedad, ya que en el Hospitalito, solo teníamos pacientes con cáncer terminal.

Hace unos años, en un viernes que orábamos por los enfermos en el Hospitalito, habíamos ese día invitado a mi hermano Neil Veles y los Misioneros de Jesús, para ser más exacto, a las 11 de la mañana del viernes 2 de Junio del 2000.

El Señor, nos permitió inclusive, ver un milagro, una Sanación, en el mismo instante, de un Cáncer en la medula, en una paciente llamada María Julia Echeverría originaria de la ciudad de Aguilares.

La María Julia, llego al Hospital, desahuciada, con un cáncer en la columna, y que le daba unos dolores impresionantes, no podía caminar y cada día su estado empeoraba más. Pero esta mujer tenía fe, para nuestra sorpresa, la María Julia, de un salto se puso de pie, y comenzó a alabar al Señor, y a danzarle.

Para toda la gente, aquello quizás pasaba desapercibido, pero para nosotros que conocíamos su caso, nos quedamos maravillados desde el primer momento. Ella, quería contarle a todo el mundo, lo que le acababa de suceder. Para no hacerles muy largo este testimonio, desde ese momento no se sentó, en todo el día, daba saltos de alegría, y alababa al Señor.

Al día siguiente, la encontramos barriendo, el parqueo del hospital, cargando una gran caja de basura. Cuando le preguntamos, que había sentido, nos dijo que durante el evento, vio y sintió una gran luz, que penetro en todo su cuerpo, especialmente en su corazón y que una mano larga, toco su espalda, y la impulso a ponerse de pie. Y desde ese momento, quedo sana, el médico del Hospital, no podía creerlo.

Agosto de 1999 conocemos al padre Martin Avalos en el Bautizo de un sobrino nuestro en Atiquizaya, le contamos de nuestro apostolado; y fue en ese momento que el Señor permitió que el padre Martín y su ministerio Dei Verbum nos apoyaran llevándonos él personalmente y su equipo, todos nuestros primeros retiros.

Siendo para nosotros de mucha bendición y crecimiento, ya que pudimos compartir el comienzo de esta vivencia Eucarística; y el comienzo de nuestra comunidad, y fue así que el último viernes de septiembre del 2000, comenzamos nuestro primer viernes de encuentro. Estos viernes fueron respaldados desde el principio por El Señor, pues en el primer viernes éramos como 35 personas, en el segundo como 80 y ya en el tercero; ya no cabíamos en el salón de reuniones del hospitalito.

Por lo que tuvimos que pasarnos, a la capilla del mismo hospital, que tenía capacidad para 500 personas. En enero del 2001, comenzamos a reunirnos, ya como Siervos de Jesús, en nuestra casa, comenzamos un pequeño grupo de personas.  Fue así que el 23 de Febrero del 2001; tuvimos nuestra primera reunión, con el entonces Padre Rafael Urrutia, y el, inspirado por el Espíritu Santo, nos autorizó por escrito, para continuar este obra del Señor.

Un día estando en oración profunda, el Señor nos dio una revelación, y nos dijo: "Deben tener paz, deben tener un pastor al frente de las ovejas, y cuidarlas. Ámense y oren para poder servir, sean testimonio para los demás y manténganse siempre en la luz. Hay soledad en mi rebaño, tengan siempre con ustedes a nuestra madre y aprendan de ella, sean humildes. No tengan miedo porque yo estaré con ustedes siempre y los respaldare. Habrán un oasis, donde puedan cuidar, amar, consolar, y levantar a los necesitados; lleven los siempre a saciar su sed, y a descansar, ante la presencia de Jesús Eucaristía. Yo estaré contemplándolos siempre, vayan al menesteroso, al abandonado, al anciano. Vayan al necesitado, al inválido, al alcohólico, al drogadicto. Vayan al cansado, al moribundo, al que corre peligro, al afligido y al temeroso".

Tratando de obedecer este mandato continuamos pese a todos los obstáculos que el enemigo quiso ponernos, un tiempo después ya no cabíamos, en la casa y por esa razón nos pasamos a la capilla del Colegio San Pablo. Un día cuando estábamos en nuestra asamblea tuvimos inesperadamente la visita de nuestro Arzobispo. Quien nos dijo que podíamos continuar un tiempo más allí pero que después teníamos que trasladarnos a la Capilla de la Divina Providencia y así lo hicimos.

Uno de nuestros mayores deseos, era convertir nuestra comunidad, en una comunidad parroquial, y como el Señor, cumple hasta los deseos más profundos de nuestros corazones, el 20 de Septiembre del 2004, recibimos una llamada de Monseñor Rafael Urrutia, que nos tenía una sorpresa, fue así que en esa fecha recibimos de parte de nuestro Arzobispo Monseñor Fernando Sáenz Lacalle nuestro reconocimiento oficial como una Comunidad Católica y Parroquial y la designación de Monseñor Rafael Urrutia, como nuestro párroco, y a la vez nuestro asesor espiritual. Un tiempo después nos pasamos a la parroquia de la Resurrección, y al gimnasio del Colegio Sagrado Corazón“.